¿Y la xerojardinería, que es?

El nombre es un poco difícil de pronunciar para nosotros, como casi cualquier cosa que comience por equis… El término xero es bastante reconocible, sin embargo: hace referencia a “piedra”, que es uno de los componentes básicos (como seguro que habéis adivinado) en esta clase de jardín.

El xerojardín, el jardín que se estructura con una gran concentración de gravilla o piedras, tiene un componente claramente estético por una parte (a muchos puede que os recuerde al concepto del que parte el jardín zen, por ejemplo), pero por otra también puede resultar bastante funcional. Puede que nos haya tocado en suerte vivir en una zona extremadamente seca, donde la humedad sólo sea un regalo que nos llega un par de meses al año…


 ¿Debemos renunciar a la jardinería por ello? Nada de eso; el xerojardín puede ser una buena opción para dar rienda suelta a nuestra creatividad. Incluso en el caso de que nuestro ambiente no sea realmente seco o caluroso, pero no podemos o queremos dedicar demasiado tiempo a regar; con un xerojardín resolveremos este dilema.

Lo primero que debemos hacer es coger papel y lápiz (o tableta, si somos gente 2.0) y planificar las tres zonas en las que debe estar dividido el xerojardín: la seca, la medio húmeda y la húmeda. Lo recomendable es que esta última se coloque en el exterior, y se distribuyan siendo la más seca la interior; asimismo, hemos de seleccionar las plantas para cada una en función del agua que precisen.

Con la gravilla podemos delimitar las tres zonas, y al mismo tiempo crear dibujos, caminos, zonas ornamentales… Otro complemento importante para este tipo de jardín son las pérgolas y los árboles: contribuirán a crear espacios de sombra y a evitar la evaporación del agua en gran medida. Por último, algo que no debemos incluir es el césped: puede absorber más agua de la debida y dar al traste con la función del xerojardín, y a nivel estético sin duda supondrá una ruptura con la expresividad visual de la piedra.

Via blogjardineria.com