El compost es la técnica por la que se controla la descomposición de materia orgánica para obtener materia orgánica con la que poder abonar suelos y macetas. Para ello necesitaremos tres ingrediente: calor, humedad y aire.
Para fabricar nuestro propio compost o abono orgánico lo primero que debemos hacer es decidir su ubicación y diseñar o fabricar un espacio de almacenaje. Habitualmente se suele colocar un cajón de madera en un rincón del jardín, pero podemos optar por otras soluciones como bolsas reciclables, un rincón en el jardín sobre la misma tierra o contenedores fabricados con plástico reutilizado.
En caso de que se opte por un montón sobre la tierra hay que tener la precaución de escoger el terreno en el que haya un poco de pendiente. De esta manera, se eliminarán de forma natural los excesos de humedad. Es importante también que se escoja un espacio que reciba la luz del sol.
En la realización de este tipo de compostaje, al igual que sucede en los que podemos adquirir en las tiendas, debemos prestar atención a los ingredientes que emplearemos. Es importante que el porcentaje de nitrógeno, celulosa, azúcares y de otros minerales esté calibrado adecuadamente. Para ello deberemos utilizar restos procedentes de diferentes materias. Es decir, productos húmedos o frescos (hojas, recortes procedentes de la poda o de la siega en el caso del césped, restos de flores…), fragmentos de materia seca (cáscaras de frutos secos, trozos de madera podrida o rota, aserrín…) así como tierra de nuestro entorno.
Es importante que los distintos materiales se vayan alternando en el cajón de almacenaje. Es decir, no debemos acumular todos los restos frescos en un único lugar. Se trata de propiciar la descomposición, por lo que debemos favorecer que los microorganismos de la tierra entren en contacto con la materia inerte. De no hacerlo así la putrefacción de la materia verde crearía una masa húmeda ácida que podría dañar a nuestras plantas.
Un aspecto importante de nuestro compost casero es la ventilación. Es decir, la caja de compostaje o el montón de residuos debe estar al aire libre o en un lugar ventilado. Esto propicia también la descomposición, pero sobre todo facilita que se desarrolle sin molestos olores. Para que el aire penetre en todas las capas de nuestro compost debemos mover sus capas de manera periódica. Así, además, evitaremos la formación de masas uniformes y excesivamente húmedas.
Para que nuestro esfuerzo sea provechoso debemos evitar meter en nuestro cajón o espacio de compostaje restos de plantas enfermas, malas hierbas, los desechos de los animales, los restos de carbón o ceniza procedente de las chimeas o calderas, ni los restos de carnes y huesos. Si lo hacemos comenzarán a aparecer malos olores en nuestro cajón y podremos alterar en ph del abono resultante.
Del hogar solo podemos utilizar para la elaboración de nuestro compost casero: los posos del café, el interior de las bolsitas de té, las mondas de las frutas, los tubérculos y las verduras, así como las cáscaras de los huevos.
Este proceso se prolonga unos seis meses, algo menos si se realiza durante los meses de calor. Podremos comprobar que está listo cuando todos los elementos estén integrados en una única sustancia de color castaño oscuro, esté frío y sea fácil de manejar.
Via guiadejardineria.com
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