Los cercados de madera consiguen un acabado más natural, pero el aluminio requiere menos cuidados
En ocasiones, la protección de la casa depende en buena parte de las vallas o verjas que la rodean. Sobre todo en viviendas unifamiliares es habitual que estos sistemas se coloquen en el exterior para impedir el acceso de personas ajenas o, simplemente, para crear un ambiente más íntimo cuando la casa dispone de jardín.
Existen diferentes tipos de cercados. El más tradicional es el compuesto por lamas verticales que terminan en pico o en punta redondeada. Suelen ser vallas de madera que cumplen una función más bien decorativa. El nivel de seguridad que proporcionan depende de la altura de las lamas, por lo que a veces este sistema se refuerza con un muro de hormigón que se coloca en la parte inferior. En él quedan ancladas las lamas.
El uso de la madera en las vallas consigue un acabado natural muy apreciado. No obstante, conviene que la madera sea sometida a tratamientos que la protejan frente a los efectos del sol, la humedad y la carcoma. Otra posibilidad es recurrir a vallas de plástico, hierro, aluminio o acero inoxidable, que requieren menos cuidados y aguantan mejor el paso del tiempo. Además, en el caso del aluminio, permite acabados que imitan a la madera.
Respecto a la altura, hay que asegurarse de que el sistema de anclaje soporta bien las dimensiones y el peso de la valla. Cuando las vallas están compuestas por paneles, hay que calcular el peso de cada panel que se añade para no perder solidez y estabilidad. También se puede instalar un cercado de lamas horizontales, con cuidado de dejar separación entre las lamas cuando haya riesgo de vientos fuertes.
Sistemas de ocultación
En algunos casos, las vallas son una solución muy práctica para ocultar lo que ocurre al otro lado. No se trata tanto de sistemas de seguridad, como de mecanismos para garantizar privacidad. Los setos, por ejemplo, son muy empleados en jardines, terrazas y piscinas. Pueden ser naturales o artificiales. Estos últimos resultan más cómodos ya que no necesitan riego, presentan siempre un buen estado, se pueden lavar, no hay que podarlos, no son atacados por plagas ni insectos y rara vez anidan en ellos las aves.
Otros materiales que se emplean para fabricar estos sistemas son el mimbre y el brezo de alta calidad. Su grosor es mayor de lo normal -hasta 3 centímetros- y aguanta muy bien a la intemperie. Cuando se emplea brezo, se recurre a ramas naturales unidas entre si, generalmente, por alambre. De esta manera, se consigue una especie de malla muy resistente y opaca.
Las cañas naturales también son muy empleadas en este tipo de sistemas, ya sea enteras o partidas. Como ocurre con el brezo, las cañas quedan unidas por alambre (cosidas) hasta formar un tejido homogéneo que oculta lo que ocurre en el interior de un espacio. Para evitar su mantenimiento, se puede optar por una estructura de cañas de plástico.
Fuente: consumer.es
Instalar una valla en el jardín
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